Como un mal necesario, el uso de pesticidas y agroquímicos se ha extendido en la región hortiflorícola del Estado de México desde hace un par de décadas, con consecuencias irreversibles en la salud de los floricultores como males congénitos, cáncer en menores de cinco años, y mortalidad en adultos mayores por su constante exposición a este tipo de sustancias, para obtener tan sólo ingresos que no superan los 20 pesos por hora trabajada. Efectos que desconocen autoridades de los tres niveles de gobierno.
Desde las seis de la mañana comienza la actividad al interior de los miles de viveros que cubren buena parte del territorio de Villa Guerrero. Arribar a la localidad equivale a observar cientos de habitaciones plásticas que en su interior albergan flores de todos tamaños, colores y olores.
Este municipio que ofrece un clima templado, hermosos escenarios naturales y una población que siempre tiene una sonrisa para ofrecer al viajero, se ha conformado como uno de los principales productores de flor para el mercado nacional y extranjero.
La rosa en todas sus tonalidades es la especialidad en la región, desde el blanco más puro hasta el rojo más apasionante, sin descartar lo exótico del fiusha, el anaranjado o el verde limón.
Cerca de la cabecera municipal se erige una de las comunidades con actividad florícola importante denominada La Joya, donde acuden comuneros de pueblos cercanos como el Rancho de Jesús o San José para probar suerte y obtener recursos suficientes para atender a la familia.
Veinte años atrás Tomás Flores Hernández se inició en esta actividad y a sus 32 años recuerda los detalles del que fuera su primer empleo al comenzar el recorrido por la adolescencia.
“Yo inicié a los 12, la situación económica no era la mejor en mi casa y tuve que empezar a trabajar en esto de la flor, claro sólo cortando, pero conforme pasa el tiempo le tienes que entrar a fumigar”, refirió.
Con un pantalón de mezclilla en tono azul marino y una camisa a cuadros azul claro, Tomás vigila a los 14 empleados del Rancho Las Margaritas, una de las pequeñas empresas familiares que desde hace una década emprendieron el negocio de la flor en la región.
“La verdad tuve suerte y fortuna, me formé como técnico agrícola y ahora superviso las tareas al interior de los viveros, he estado en otras rancherías, pero aquí está tranquilo, lo canijo -señala- está en las comunidades donde se comienza a trabajar desde más temprano y donde le tienen que entrar a todo, hasta al fumigo”, puntualizó.
Alina Tapia Rodríguez vecina de la cabecera municipal de Villa Guerrero y administradora de una tienda de agroquímicos, coincide en señalar que en las comunidades más alejadas “los niños desde los ocho o diez años de edad ya están trabajando en esto, incluso -subrayó- hasta manejan mejor los químicos que uno, pues ya conocen las temporadas y los productos que deben aplicar”.
En la época de lluvias un pequeño gusano denominado peronospora es el principal enemigo a enfrentar, mientras que durante el tiempo caluroso el principal insecto a combatir es la araña. En ambos casos se utilizan insecticidas considerados y etiquetados por la industria agroquímica como extremadamente tóxicos.
“Hay varios tipos de fertilizantes, los liberados de tóxicos, moderadamente tóxicos, los altamente tóxicos y extremadamente peligrosos, dependiendo del problema que se quiera atacar en los cultivos y a partir de eso también se va a determinar la protección que deben portar los que fumigan”, señaló Alina Tapia que lleva más de cinco años en el negocio.
REGISTRO DE CÁNCER
En el Rancho Las Margaritas, de los 14 jornaleros que emplean dos se dedican exclusivamente a la “fumiga” con diversos tipos de fertilizantes químicos, desde las siete treinta horas y hasta el medio día recorren diariamente las tres hectáreas que comprende este predio rociando de diversos productos químicos las plantas para garantizar su buen crecimiento.
“Aquí no contratamos ni menores de 18 años, ni mujeres para fumigar porque hemos oído y sabemos de las consecuencias negativas que atrae el uso de este tipo de fertilizantes, apenas supe de tres personas que murieron de cáncer por esta situación”, indicó el supervisor de la empresa Tomás Flores.
Al respecto, Alina Tapia abundó que durante el último mes supo de dos casos donde personas mayores de 50 años fallecieron también a causa del cáncer, a consecuencia del contacto con productos químicos.
La asociación ambientalista Guerreros Verdes A.C. documentó las alteraciones de los recién nacidos en cuya gestación sus madres tuvieron contacto con fertilizantes durante los primeros tres meses de embarazo, periodo en el que se incrementa el peligro.
“Abortos, malformaciones, hidrocefalia o espina dorsal bífida son las alteraciones físicas más graves detectadas en el corredor hortíflorícola de la entidad”, señala el médico Alfonso Guadarrama en su informe.
La unidad médica de atención a los niños con cáncer del Instituto Materno Infantil de la entidad atiende a 116 niños menores a cinco años con este padecimiento. En promedio al mes dos menores fallecen por complicaciones en el tratamiento o los altos costos médicos y familiares que representa la atención a esta enfermedad, pues la mayoría de los casos provienen de hogares con escasos recursos.
“Una gran parte de nuestros pacientes provienen de regiones florícolas del sur de la entidad, presumimos que una de las circunstancias por la que va en aumento este tipo de casos es por el contacto con plaguicidas, aunque también influye su cercanía con cables de alta tensión o conservadores en alimentos, la enfermedad es multifactorial”, indicó Filiberto Cedeño Rodríguez, director del Instituto Materno Infantil.
Y añadió: “son comerciantes ambulantes, empleadas domésticas, campesinos o albañiles los que buscan la atención del Instituto Materno Infantil; sin embargo, hay quien decide interrumpir el tratamiento de los menores” por el desgate provocado durante el proceso, por lo que incluso reciben atención psicológica para afrontar emocionalmente al cáncer.
Síntesis informativa de los medios Impresos de Toluca, Edomex.
lunes, 30 de junio de 2008
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